Ocaso de letras
llueve púrpura en mis manos
vacías de derramarse en tus ojos alejados.
Sangra toda la poesía desde mis brazos cansados
de buscarte y no encontrarte
de anhelarte y sofocarme
en un grito no gritado
en una sed aguantada
en un beso seco
que jamás se abrió
a tu boca blanda.
Te esperé sentada como una orquídea en celo
con los muslos tan abiertos
inundados de deseo,
-latiendo, pulsando, cobriza, carnosa-
y la madrugada llegó nevando sobre mi almohada.
Tanta fue la tristeza
que roí cada pared hasta quitar con mis dientes
los agujeros de tu ausencia.
Replegué mis abrazos en caracoles hundidos
(negros ,acallados, asustados y sin brillo)
Succioné del aire todos los suspiros.
Barrí el piso con la sal de mis lágrimas.
Cociné espesamente maldiciones consagradas
a la crueldad del abismo.
Vomité, lloré, me caí, me morí...
destejí mi corazón, hebra por hebra...lentamente
Todo lo que te quise decir
quedó congelado en una lengua turbia y mordida.
El invierno se adueñó de mis palabras.
Sólo soy aire helado
que vaga por el día
sin danza ni agonía.
Como vagabunda
camino ebria buscando el crepitar de tu recuerdo.
Necesito un músculo rojo ardiendo entre mis piernas,
necesito sentir el crepúsculo en mis sienes
y que la fiebre me devuelva la saliva
para poder pronunciarte,
y crear en la atmósfera el destello de tu nombre.
Aunque te vayas,
aunque me dejes,
necesito nombrarte
para curarme de ti
-que te me salgas por la boca
mientras escupo tus letras
al infinito martirio del desamor-.
© 2007 by Orquídea
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