Duermo contigo
después de la tormenta.
Quedo mojada de sudor y besos.
Mezclo entre sueños
mis ángeles con tus demonios
y mis demonios con tus ángeles.
Te abrazo.
Descanso serena sobre tu pecho.
Tu pulso cardíaco es la fuerza que me impulsa
a abrir mi alma al milagro de este encuentro.
La magia está tejida de hilos concretos.
La realidad nos asusta y bendice al mismo tiempo.
Brindamos con alegría, nos burlamos de los miedos,
las carcajadas ahuyentan el dolor,
las pupilas se espejan como espejos de obsidianas,
los ojos se miran cómplices
y detectan,
en el confuso abismo de lo incierto,
dos perlas nítidas de perfecta confianza.
Resplandece la inocencia,
luz de la esencia intacta.
Tu niño tomá vermut
y mi niña enciende lámparas.
(Tu niño sabe entender lo que mi niña se calla.)
Cuando entras en mí, tiemblan todas mis corazas,
mis montañas se ablandan
volviéndose arcilla,
que con tu boca moldeas,
que con tus manos amasas...
que con tu lengua humedeces
hasta virarme barro
...agua y tierra de mujer...chorreando por tu espalda...
y siento tu impacto tan hondo...
tocándo el centro de mi misterio,
despertando mi alabanza hacia tu fuerza de hombre.
Y entonces bajo mi guardia...
me relajo...ya has entrado
ya soy tuya
ya soy de tus brazos...
y mis párpados caen, embriagados...
después de la tormenta...
después del bendito caos de la entrega,
que sucede más allá de nuestras voluntades.
Y mis ojos se cierran...
mientras me abrazas.
La paz me envuelve
y tu respiración me acuna.
Nuestros sueños se trenzan y se hermanan
bajo el manto negro de la madrugada compartida.
Corren las horas...
el tiempo gira...
El hechizo se deshace palmo a palmo con nuestro coraje
El embrujo se disuelve gota a gota porque somos valientes
...y a cambio de todo eso: amanece.
© 2008 by Orquídea