
I
Como espejos de obsidianas
mis ojos reflejan tu pureza.
En un charco de espejismos
gira tu niño y se marea;
embriaga su esqueleto,
ablanda cada eje,
cada uno de sus huesos,
se desvanece dejándose caer,
hasta encontrar aquello
que verdaderamente lo sostiene.
II
No hay embrujos,
sólo hay tacto.
No hay hechizos,
sólo hay piel.
La piel de la tripa de tu alma y la mía,
trenzadas,
benditas,
paganas,
engrasadas y resbaladizas.
Sin miedo/genuinas/fluyentes.
Etéreas, carnales,
llenas de luz y de abismos.
III
Cierro el círculo
y en él puedo verte
observarte, conocerte,
intercambiar, aprender.
Cierro el círculo
y me embarazo
de este vínculo libre.
© 2008 by Orquídea
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