A fuerza de amor me arrancaste de la cárcel.
Nombraste mi silencio
acariciaste mi alma.
Con una maza rompiste mis paredes
-de piedra helada-
(no me diste tiempo a nada)
Me amaste tanto, así, sin previo aviso
que mis ojos tuvieron que aprender a agradecerte
y mi soberbia tuvo que aprender a mirarte,
mientras avanzabas decidido
-acuchillando mis miedos-
destruyéndome murallas
entre besos jugosos y asfixiantes...
Descosiste con tus dientes cada surco mal labrado,
me bañaste de esperanza (aunque yo me resistía)
Tu lengua lavó cicatrices del pasado
me llenaste de pétalos el cuerpo
y sembraste con tu boca
bendiciones nuevas
en mi piel deshidratada.
© 2007 by Orquídea
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